El Museo del Mar de Galicia se configura como un cabo, mitad naturaleza, mitad artificio, en este paradigmático lugar del borde litoral, próximo a la ciudad de Vigo, que incorpora la Ría como una parte más del proyecto, sin duda la más importante. El conjunto se concibe como un único e inequívoco ámbito espacial, delimitado en parte por un muro perimetral y en parte por el propio mar, lleno a su vez de espacios menores dotados de fuerte personalidad, en los que tienen cabida los más diversos usos que el programa museístico contempla. Al tiempo que estos espacios se recorren, iremos encontrando secuencias insólitas y sorprendentes, capaces de transportarnos a través de jardines, edificios, patios, plazas, paseos, pasarelas, muelles… desde tierra firme hasta el mar. Todo ello logrando un continuo armónico donde los espacios públicos y los privados se suceden los unos a los otros, se combinan y se funden como partes de un todo en el que tiempo y espacio se ponen al servicio de la cultura, sin perder nunca de vista el mar. Todo el complejo edificatorio, formado por dos familias de naves y una pasarela elevada que las relaciona, puede considerarse un observatorio para contemplar y disfrutar el mar. Los huecos practicados en sus muros de piedra son como ojos dotados de geometría que captan escenas marinas allí donde estas se producen, las enmarcan, se apropian de ellas, se las acercan y se las muestran a los visitantes, como si de una colección de estampas se tratara.
The Galician Maritime Museum is shaped like a headland, half natural, half artificial, in this outstanding site on the coastline near the city of Vigo, which incorporates the ría as a part of the design, unquestionably the most important part.
The project is designed as a unique and straightforward spatial environment, bounded partly by a perimeter wall and partly by the sea itself. It is full of smaller spaces endowed with strong character that accommodate the diverse requirements of the museum programme. When walking along and looking at these spaces, we encounter unusual and unexpected sequences capable of transporting us through gardens, buildings, courtyards, squares, promenades, walkways, docks... from terra firma to the sea. A harmonious continuum is achieved where public and private run in succession, combining and merging as part of a whole in which time and space are at the service of culture, without ever losing sight of the sea.
The entire complex consists of two sections connected by an elevated walkway, which can be enjoyed as an observatory from which to watch and appreciate the sea. The holes bored into the stone walls are like eyes gifted with geometry that captures seascapes wherever they may spring up and frames them, appropriating them, bringing them closer and showing them to visitors as if they were a collection of prints.