Rehabilitar una vieja casa campesina, acomodarla a las necesidades, los gustos y los caprichos de los nuevos usuarios y todo ello someterlo a los parámetros racionales y estéticos y, también ¿por qué no? a los caprichos del proyectista, es un ardua y compleja labor. Más ardua aun, por comprometida, cuando media, como en este caso una amistad de toda la vida entre la propietaria y su familia y el arquitecto.
Fue en este contexto en el que se gestó y realizó la rehabilitación de esta vieja construcción rural de piedra y su entorno, sitas en el lugar de Sobreira, concello de Vilamarín, de la provincia de Ourense. Y en la que paso algún que otro fin de semana, disfrutando de gran confort y comodidad para el cuerpo, y libertad para el espíritu, que me permiten disfrutar de mi obra y de la amistad de sus habituales inquilinos, analizando los fallos y las carencias para no repetirlos en futuras actuaciones.